Self Entitlement
Texto previo adherido a las rocas
Haber tenido un Near Death Experience este fin de semana cambió un poco mi visión de este texto que iba a escribir. Por supuesto que es una exageración hablar de la muerte cercana cuando todo lo que tengo para mostrar como prueba son unos leves raspones feos en el brazo izquierdo y una ganchuda espina de erizo. Aparte, el lugar donde me resbalé parecía, a simple vista, de lo más inofensivo. Digamos que haberme revolcado contra esas piedras al lado de la playa fue como caerse de un columpio en el jardín de niños.
Pero, fuera de bromas, tal vez no estaría hoy escribiendo aquí si mis piernas no se hubieran clavado primero contra la hendidura de choros y erizos que retuvo mi cuerpo y lo protegió de las piedras. Les juro que, antes de que mis manos pudieran cubrirla, mi cabeza se dio cara a cara contra un cercanísimo piedrón duro y negro y lleno de ganas de estrellarse conmigo y reventarme la cabeza como una fruta podrida. Pude oler el frescor marino de las algas que le crecían y sentí el "Uf. Casi" aliviado de mi mente cuando, por fin, mi cuerpo se liberó de la corriente del espumón.
Qué huevón, pensé. Pero estás aquí, respondí. Estás aquí y esta misma noche has recibido un rosario de plata, regalo y encargo de tu tía. Extraño cómo confluyen en un mismo día la sensación de la muerte y de lo mágico. Este rosario que tengo puesto ahora mismo sobre mi pecho ateo ha caído en mis manos un día que parece correcto. Hoy podría estar flotando reventado en algún rincón de la playa, pero, en cambio, estoy recostado en mi cama a las 6:15am, escribiendo y mirándome el pecho y sintiendo cómo la energía de las manos generosas de mi tía Maggie se impregna y desciende por todo mi sistema nervioso.
Self Entitled BMW
Con este rosario me siento tan protegido y sereno como la señora del BMW 520i. Es sobre quien quería escribir originalmente y a quien quiero dedicarle estas líneas. A usted, señora que encarna a todos esos reyes y princesas que son dueños (sin papeles) de la ciudad Lima. Sobre sus cuellos cuelgan, invisibles e inmerecidas, las llaves de esta ciudad.
Yo venía de Tudela y Varela hacia Santa Cruz por una calle de dos carriles convertida en medio carril ajustado. Demás está decir que iba apurado. Los autos estacionados a ambos bordes de la pista permitían que avanzara sólo un auto a la vez, y era imposible adelantar. El BMW 520 i que recorría la pista a paso lento frente a mí se detuvo sin anunciarse. Los primeros 5 segundos, los aguardé calmado. Seguro se le había apagado el auto o algo por el estilo. Un problemilla menor que justificaba la pausa.
Pasaron 25 segundos, y se abrió la puerta del auto. Se bajó una señora de mediana estatura y peinada, con lentes oscuros, vestida para un café en la San Antonio. Irradiaba una extraña actitud de dueña del mundo. Quise protestar. Señora, cómo se le ocurre bajarse del auto en medio de la pista, en vez de estacionar! No ve que hay lugares vacíos donde podría haber cuadrado su auto? No ve que hay 3 autos esperándola?
Todas aquellas protestas se me enredaron en la garganta. La señora hizo algunas señas con las manos e, inmediatamente, noté unos hombrecillos vestidos de obreros que se levantaban de la sombra de un jardincito de entrada de la casa que estaba a la mano izquierda y hacia donde toda la atención de la señora estaba concentrada. Entendí que esa era su casa y que los obreros de la construcción del costado habían tenido la osadía de recostarse sobre la vereda y el jardín a dormir la siesta a la sombra del arbolito.
La señora, luego de ver que ante sus quejas y alaridos ya se dispersaban los hombrecillos y quedaba liberado su jardín, volteó a mirarme con sus moscudos lentes oscuros.
Es que se echan en mi jardín, pues, estos...
Y esa fue la única explicación que dio para justificar los 5 minutos de tráfico detenido y que, en vez de haberse estacionado al lado para caminar unos metros a conversar con los obreros, hubiese bloqueado el tráfico público de una calle transitada y pegado de alaridos desde la puerta de su auto. Imagino que cuando detuvo su BMW 520i en el medio de la pista lo hizo invadida de un fervor gamonalicio heredado de sus antepasados, que en su furia de ver invadidas sus hectáreas patrimoniales de jardín perdió enteramente la noción de las cosas y se imaginó cabalgando por la vereda de una de sus haciendas, dando órdenes. Bajo aquel espejismo, yo me imagino que sentía que tenía pleno derecho a pararse a despejar el canal de regadío de esos jornaleros insolentes.
Tal vez hasta imaginó que llevaba un látigo en la mano cuando se volteó a justificarse.
Es que se echan en mi jardín, pues, estos...
Fue una justificación calmada, una explicación de soberana.
Después de esta señora, entiendo mejor el término derecha bruta y achorada. Recuerdo también el término gringo que le cabe a pelo, el de self entitled bitch. Este texto se lo dedico con mucho amor a usted, señora dueña de Lima que se pasea con su caballo BMW 520i y se detiene en medio de la pista cuando la situación lo amerita, porque, después de todo, el mundo que la rodea es su chacra y el resto de la humanidad de Lima somos sus jornaleros.

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